Hay personas que tienen el don de hacer fáciles las cosas, y Rafa Vidaurreta, ex pivot de la selección española de basket, es una de ellas. Ni la diferencia horaria entre España y el estado de Alabama -desde donde se conecta- ni el tema de conversación que nos ocupa son un problema. Por no necesitar, no necesito casi ni dirigir la entrevista… Rafa abre la caja de pandora de sus vivencias deportivas y recostado, haciendo gala de esa naturalidad que le caracteriza, me lleva al principio de sus principios…. A su 5º de EGB, cuando el entrenador de básquet de su colegio le invitó a unirse al equipo porque ya su altura le robaba el anonimato. Dijo que sí por la sencilla razón de que no sabía decir que no.
A base de jugar, aquello de ser un jugón acabó por gustarle. En el 95 la tentación llamó a su puerta en la forma de un contrato por 25 millones de pesetas. Con 18 años y poca afinidad por los estudios lo fácil habría sido firmar y caminar esa senda que se le abría en el baloncesto profesional español. Pero su padre, una influencia que él define como enormemente positiva, le animó a elegir otra alternativa: marcharse a estudiar y jugar en EEUU.
“Fue la mejor decisión de mi vida. Si no me hubiese ido, se con certeza que hoy no tendría estudios. Comenzar mi carrera deportiva profesional con un título en ciencias de la comunicación en la recámara me dio una enorme tranquilidad… así y todo, la retirada tuvo un impacto brutal en mi vida”.
Y de esta manera entramos de lleno en esa encrucijada que es la retirada deportiva. La suya.
“No hice absolutamente nada durante mi vida profesional deportiva para preparar lo que habría de venir. Recuerdo que Juan Aisa o Pablo Martínez me hablaron alguna vez del tema. A ellos les tenía como referentes, me llegaba lo que me contaban…pero esto de la retirada es como tener un hijo. Todo el mundo te avisa de lo que va a suponer, pero no lo alcanzas a comprender. Y además piensas que tu caso será distinto…”
Con 33 años y 9 como jugador profesional, decidió que había llegado el momento de despedirse del baloncesto. Sabía que aquello se acababa, porque se lo decían la cabeza y el cuerpo al unísono. Pero además sentía que empezaba con mucha desventaja en otros campos profesionales. Su competitividad, que tan bien le había servido en el campo, le dio el impulso que necesitaba para salir de lo bueno conocido y adentrarse en lo que estuviese por llegar.
“Para mí lo duro no fue dejar el basket, porque el baloncesto no me enamoró jamás. Fue el cambio tan radical de rutinas, la sensación de incertidumbre, de pérdida, de no saber donde encajas…de no tener una dirección que seguir. Te das cuenta de que no tienes ni pajolera idea de nada mas allá que no sea meter una bola en un aro.”
La falta de rutina le llevó a pasarse todos los niveles de los juegos de su PlayStation. A saltarse a la torera todos esos hábitos sanos que hasta entonces habían sido su padrenuestro de cada día. A comérselo todo. A estar confinado en casa. Y eso, para alguien que disfruta de estar entre amigos y del contacto con la gente, es un atajo seguro hacia el malestar emocional. Por si no fuera poco, ese mismo año falleció su madre y su inversión financiera en un negocio de hostelería resultó fallido.
“De repente te ves metido en una espiral de la que cuesta salir. Sabes que deberías hacer algo diferente, ponerte en marcha, pero esa inercia tóxica tiene mucha fuerza. Te dices que estás bien…. a toro pasado no es difícil ver que no era así”.
Pero salir, salió. Porque como él dice, siempre se le ha dado bien obedecer. E hizo caso a lo que le propusieron las personas importantes de su vida: su mujer, su padre y sus “mentores”. Tras un máster en Gestión Deportiva y un año de búsqueda incansable de oportunidades, encontró la suya en el dpto. de márketing del Club de baloncesto del Estudiantes. Trabajó lo que no está escrito, palabras suyas literales, pero también afirma haberlo pasado mejor que cuando jugaba. Porque esa etapa le devolvió la alegría, le reconcilió consigo mismo y le demostró lo que siempre había sabido. Que había vida después del deporte. Mas tarde llegaría su salto a la Federación Española de Baloncesto. Con el siguiente salto cruzó “el charco” para regresar a EEUU, donde hoy sigue conectado con el basket en su rol de Account manager de la tecnológica española NBN23.
Cerramos conversación con la pregunta de qué habría necesitado durante sus años como deportista de élite para poder gestionar de mejor manera su transición, y dispara a modo de respuesta: “Que me hubiesen puesto como requisito del Club atender una formación acerca de todo lo que es necesario saber. Me faltó ese empujón para aterrizar lo que de alguna manera intuía. Para definir una dirección antes de decirle adiós a lo que hasta ese momento había sido mi vida”.
Hay personas que tienen el don de compartir algo excepcionalmente personal de una forma asombrosamente natural. Rafa Vidaurreta es una de ellas.
Beatriz Roca – themooove